Hace tiempo que has dejado atrás a todos los que te seguían y te servían de apoyo y cuando quieres darte cuenta es demasiado tarde, todo se ha perdido en la lejanía, seguramente por haber intentado ir demasiado rápido.
Echas la mirada atrás con la intención de ver como aparece la mas mínima esperanza detrás de algún rincón pero tu vista solo alcanza a mostrarte un terreno lleno de baches que inconscientemente has sorteado y aun te preguntas como has sido capaz de superarlos todos sin haber sacado mas de uno o dos rasguños que parecen estar cicatrizando.
Te aterroriza la simple idea de mirar hacia delante, ver y sentir esa fría y densa niebla que te lleva hacia un camino incierto. Sabes que estas solo en esto, es tu decisión y a pesar de sentirte agusto en ese rincón seguro del mundo sabes que no puedes quedarte parado...
Entonces ¿Qué puedes hacer? ¿Dejar que se reabran antiguas heridas o arriesgarte a que surjan otras nuevas? No parece un punto de partida muy esperanzador para tomar una decisión.
Ya te conoces el viejo camino, aun que solo te hayas molestado en prestarle una mínima atención cuando te deslizabas rápidamente por el empeñado en llegar hasta el final y solo con hacer un poco de memoria sabes que no podrás soportarlo nuevamente, que si esas cicatrices vuelven a sangran te vendrás abajo y ya no tendrás fuerzas para ponerte de pie y seguir adelante.
Avanzas un pie y luego otro, dejando que tu cuerpo poco a poco se funda con la niebla, abandonando tu lugar de comodidad. Te tiemblan las piernas y tienes miedo pero quien sabe, quizás este nuevo camino te conduzca a un prado verde donde brille el sol.
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