sábado, 9 de marzo de 2013

Frutos del aburrimiento en clase.


Estaba entada sobra la fría piedra de un acantilado, delante de mi una pequeña hoguera consumía entre sus flamantes y destructivos brazos un viejo cuaderno de tapas desgastadas que se plegaba sobre si mismo a efectos del calor.
La ceniza ascendía con el humo y bailaba movida la brisa del mar, convirtiendo todas aquellas tristes paginas en un ascendente baile de luces rojas y pedacitos grises que conseguían huir lejos de mi vista hacia el amanecer, llevándoselo todo, fundiéndose con el mundo como si así fuera a resurgir de sus cenizas bajo las luces nacientes de un nuevo día.

Alcé mi mirada nostálgica hacia el cielo y pase un largo rato observando como un albatros sobrevolaba mi posición. Sus largas alas parecían cortar el aire mientras se alzaba mas y mas alto, siempre huyendo del triste destino que le depara la tierra firme.
Lo malo de vivir siempre en las alturas es que cuanto mas subes mas duro es el golpe contra el suelo, como el pobre ave que queda indefenso al tocar la tierra y ya no puede alzar mas el vuelo a menos que caiga en un punto de mediana altura sobre el que poder lanzarse al vacío, extender sus largas alas y seguir adelante.
Amigo mio pareces tan humano, como aquellas personas que viven, crecen y se alzan a partir de sus sueños, hasta que la realidad decide darte uno de sus golpes secos y  tienes que luchar, torpe y débilmente por volver a levantarte.

El animal casi había escapado de mi vista, volando hacia el amanecer, lejos de mi, de la tierra árida y dañina.

lunes, 25 de febrero de 2013

Nada.

La ciudad oscura y gris parece amenazar con desmoronarse en cualquier momento.
La realidad empieza a clavar sus frías anclas en cada rincón de tu confundida cabeza mientras tu intentas buscar alguna razón a la que aferrarte; pero solo encuentras vacío, ese mismo y familiar vacío que llenó cada instante. 
No te engañes, nada surge de la nada; esa nada que te inunda, que te corroe, que te atrapa...
Esa nada que te hace ser nada.

martes, 29 de enero de 2013

Apuntes.

Recuerdo  con todo detalle cuando entraron en casa y se llevaron a mi padre y como lloro mi madre durante días y días... Después los lloros dejaron paso a un silencio sepulcral, fue entonces cuando comprendí que lo poco que quedaba de mi madre hasta entonces se había esfumado, nunca me había sentido tan sola y con el tiempo asumí que mi padre no volvería nunca y que mi madre se había ido poco a poco para acabar formando parte de la casa como un mueble frió y silencioso. La echaron del trabajo pero tampoco creo que la importara, creo que ya no la importaba nada.
Yo hija de un cristiano irlandés de mala fama por sus activas participaciones en movimientos liberales me vi resignada a intentar encontrar trabajo para evitar que me llevaran a una casa para niños desatendidos. El apellido de mi padre, que era la única maldita herencia que me había dejado consiguió que en mas de una ocasión me dieran con la puerta en las narices.
Los días pasaban y mi madre seguía sin dar la mas mínima muestra de consciencia, se limitaba a mirar por la ventana, todos los días, esperando ver a mi padre doblar la esquina o cualquier otro milagro imposible.
Pasaron varias semanas hasta que mi abuela decidió aparecer por casa, creo que su anciano corazón se compadeció al ver a mi madre aun vestida de luto y acariciando la camisa de mi padre entre sus huesudas manos.
Nadie puedo hacer nada por ella y todos los esfuerzos por traerla a la realidad resultaron totalmente inútiles.
Falleció al poco tiempo.
Yo me fui con mi abuela a vivir a la zona norte de Londres.
Pase la mayor parte del tiempo en la biblioteca de mi abuelo, intentando apartar la soledad que invadía mi cuerpo en momentos duros e impuntuales, que conseguían mantenerme en vela mas de una noche.

sábado, 19 de enero de 2013

Luz.

Me levante de golpe en mitad de la noche, asustado y con unas tímidas lagrimas amenazando con salir en cualquier momento. 
Buf.
De repente un mal estar general recorrió todo mi cuerpo de abajo arriba, fruto de la excesiva cantidad de alcohol que había consumido hace escasas horas; no recordaba ni como había llegado a casa. Si mi hígado pudiese hablar seguro que tendría una amplia lista de insultos que dedicarme.
Mire a mi alrededor, la tenue luz de la ciudad se filtraba por mi ventana, debían de ser las 5 de la mañana y no me veía capaz de volver a conciliar el sueño.
 Me quede sentado al borde de la cama con la cabeza apoyada en mis manos y el pelo enredándose entre mis dedos, había soñado con todas las cosas que se me estaban echando encima desde hace semanas, pensaba que había aprendido a guardarlas, como si las hubiera dejado detrás de una puerta en mi mente y a la mínima que alguna de esas sensaciones amenazaba con salir todas las demás la seguían y el dolor se hacia aun mas fuerte. Es asombroso, la mente tiene una capacidad extraordinaria para aislar el dolor y soltarlo a destiempo, a traición...
Recordé de golpe que había escrito un mensaje a Ana, "Te necesito, ahora mismo te necesito mas que nunca, aliñemos todos esos momentos con besos torpes e improvisados, tu podrías hacer desaparecer el gris de mis días. Ven." Ahora mismo me sentía demasiado mal como para preocuparme por ello, mi esperanza había muerto hace tiempo pero necesitaba pensar que algo nuevo y extraordinario era posible.
Camine con pasos torpes esquivando botellas vacías y montones de libros que se esparcían por todo el suelo del piso, podía ver la luz del televisor iluminando el salón, la programación a estas horas era una basura aun peor que por el día. Las noticias me resultaban especialmente deprimentes, conseguían que mañana tras mañana me fuera a trabajar planteándome como el mundo podía estar tan podrido. 
Estaba apunto de sentarme en el sofá cuando el móvil sonó, tenia un mensaje de ella, "Voy" No pude evitar reprimir una sonrisa, quizás la primera sonrisa sincera que esbozaba en mucho tiempo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Yo querría ser un gato

Un gato de patitas blancas y lomo negro como el carbón. Querría ser feliz en la ignorancia, acurrucado en un sofá con un ovillo de lana y que la única preocupación de mi vida fuera tener el cuenco de comida lleno y emitir adorables sonidos cuando me rascan la barriga. 
Recorrerme la ciudad sin normas ni ataduras, que la gente pasase a mi lado como si no existiera, como si a mi no me importara nada y concluir el día llegando a casa y afilandome las uñas en los sofás como si fuera el máximo placer de la vida... 
Pero esta visto que a mi me toco ser el perro verde.





lunes, 14 de enero de 2013

Tan cerca pero tan lejos.

Podría tirarme todo el día mirándola sentada en la repisa de la ventana, con las piernas cruzadas mientras observaba la calle con la mirada ausente. Las ultimas luces del crepúsculo teñían la habitación de colores fríos, haciendo que su piel desnuda pareciera tersa y lisa como un mármol blanco y pulido, produciendo un bello juego de luces y sombras que realzaban su frágil figura mientras su pelo, rojizo como un amanecer, buscaba el mas mínimo rayo de sol para centellear en medio de la tenue luz que llenaba cada rincón de la habitación.
Entre sus dedos hacia bailar un cigarro que de vez en cuando llevaba a morir a sus labios, sus dulces y carnosos labios de los que tantas veces había bebido como si fueran de miel.
Giro la cabeza y dirigió sus ojos negros hacia mi cortando totalmente el flujo de mis pensamientos, pero yo sabia que no me miraba, hacia tiempo que su mente había extendido las alas y alzado el vuelo, lejos de mi, lejos de esta jaula de asfalto, había subido tan alto y tan lejos que ya no podía verla ni tocarla.
Por un momento esbozo una breve sonrisa, hubiera congelado el tiempo en ese instante, dejándola allí eternamente sin que nada pudiese hacerla daño, como si así no fuera a marcharse nunca de mi lado. Pero no dije nada, sabia que no había palabras que pudieran hacer que se quedara conmigo, habían llegado a mis labios demasiado tarde. Me acerque a ella y la bese como si bebiera las ultimas gotas de agua en medio un árido desierto.
A la mañana siguiente me despertó el seco y duro golpe de la puerta al cerrarse, sus cosas se habían esfumado de la habitación.
Su lado de la cama aun estaba caliente.

sábado, 12 de enero de 2013

Ceniza y ascuas.

La cama esta fría, ya ni mi calor la llena.
Recorro con los dedos el aire dibujando tu cuerpo en las luces del amanecer que irrumpen en mi habitación iluminando tu ausencia.
Mi mano se tiñe del color anaranjado del cielo y cae suavemente sobre el vacío de mis sabanas, mientras la luz inunda cada rincón de la habitación en la que desesperadamente busco, con la vista cansada, una razón para salir. Pero no hay mas que vacío, metros y metros de vacío, que se extienden ante mi mirada, que salen  de mi casa, que doblan todas esas esquinas tras las que siempre temo encontrarte.
Pero no estas, el tiempo ha apagado tu calor, el viento se ha llevado el aroma de tu pelo con el que bailaba todas esas tardes de otoño como olas de un mar dorado y ya no queda nada mas que tu recuerdo, que cada día se consume como los últimos leños de una hoguera que terminaran siendo ceniza, pero siempre me quemaran las ascuas de tus momentos.