sábado, 9 de marzo de 2013
Frutos del aburrimiento en clase.
Estaba entada sobra la fría piedra de un acantilado, delante de mi una pequeña hoguera consumía entre sus flamantes y destructivos brazos un viejo cuaderno de tapas desgastadas que se plegaba sobre si mismo a efectos del calor.
La ceniza ascendía con el humo y bailaba movida la brisa del mar, convirtiendo todas aquellas tristes paginas en un ascendente baile de luces rojas y pedacitos grises que conseguían huir lejos de mi vista hacia el amanecer, llevándoselo todo, fundiéndose con el mundo como si así fuera a resurgir de sus cenizas bajo las luces nacientes de un nuevo día.
Alcé mi mirada nostálgica hacia el cielo y pase un largo rato observando como un albatros sobrevolaba mi posición. Sus largas alas parecían cortar el aire mientras se alzaba mas y mas alto, siempre huyendo del triste destino que le depara la tierra firme.
Lo malo de vivir siempre en las alturas es que cuanto mas subes mas duro es el golpe contra el suelo, como el pobre ave que queda indefenso al tocar la tierra y ya no puede alzar mas el vuelo a menos que caiga en un punto de mediana altura sobre el que poder lanzarse al vacío, extender sus largas alas y seguir adelante.
Amigo mio pareces tan humano, como aquellas personas que viven, crecen y se alzan a partir de sus sueños, hasta que la realidad decide darte uno de sus golpes secos y tienes que luchar, torpe y débilmente por volver a levantarte.
El animal casi había escapado de mi vista, volando hacia el amanecer, lejos de mi, de la tierra árida y dañina.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)